El primer paso de la práctica contemplativa consiste en aprender a recoger todas las potencias del alma y estabilizar el silencio de la mente. Cuando ese vacío de pensamientos es estable y alcanza la adecuada intensidad, acontece un estado singular muy difícil de describir en el que se desconectan todos los sentidos y cesa cualquier identificación con el cuerpo y la mente. Este estado profundo en el que no queda rastro de nada más que una pura consciencia, es lo que Jacob describe como "lugar sobrecogedor" o los místicos definen como "nube del no-saber” y que preludia la visión de la Luz o faz de Dios. Para quien nunca lo ha experimentado, este estado de oscuridad absoluta solo puede ser descrito como una Nada esencial, una Nube del no-saber o una ignorancia u olvido de sí mismo. Son las tinieblas que cubre la faz de Dios... Las «tinieblas» expresan el estado de autonegación y aniquilación del ego previo a la contemplación de la luz de la faz de Dios (Jn 1, 5 y 9). Ese proceso de purificación o de escalamiento a través de las gradas de la virtud, desde el punto de vista del yo humano, es visto como una negación de sí mismo, una «noche oscura de los sentidos y del espíritu» en cuyo itinerario el alma aparentemente no encuentra soporte en nada. Pero desde el punto de vista ontológico o metafísico, esa oscuridad es elocuente y plena porque revela la naturaleza del Ser, que es luz pura y Gracia. ¿Qué se experimenta cuando el Alma atraviesa la nube del no-saber y contempla la faz de Dios? Al igual que otros místicos, Eckhart se encuentra con las dificultades del lenguaje para expresar su experiencia extática. De entrada, es inexacto describirla como una "experiencia" porque Allí no existe la dualidad entre un sujeto que experimenta y un objeto que es experimentado; no hay un "yo" que pueda apropiarse de algo. Es al volver al mundo sensible y racionalizar esa "experiencia" cuando se le da forma de recuerdos. Pero lo cierto es que, mientras se está Allí, no hay recuerdo. Y cuando se repara en que se está Allí, es decir, cuando aparece el sentido de identidad individual que pretende apropiarse de la experiencia, automáticamente se pierde ese estado. Hay consciencia, pero lo paradójico es que no hay consciencia de ser un individuo aislado, con nombre e historia personal, sino que hay una plena integración de todo en todo o, lo que es lo mismo, de nada en nada.
Allí se produce el éxtasis o arrobamiento místico, que Eckhart denomina nacimiento eterno porque, aunque sea por unos instantes, más allá del tiempo ordinario, el hombre vislumbra su verdadera esencia inmortal y bebe de las aguas del río que mana en el Paraíso.
Javier Alvarado. Historia de los métodos de meditación no-dual Recogido de extracto más extenso aquí: nodualidad.info
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