Cuando nos sentimos agresivos (y en cierto modo esto se aplicaría a cualquier sentimiento fuerte), hay una enorme tendencia que nos empuja a querer conseguir una resolución. Duele tanto sentir la agresión que queremos que se resuelva. Entonces, ¿qué es lo que solemos hacer? Hacemos exactamente lo que va a escalar más la agresión y el sufrimiento. Atacamos, devolvemos el golpe. Con tus palabras o tus acciones, cuyo fin es escapar del dolor de la agresión, creas más agresión y dolor.
La paciencia tiene mucho que ver con actuar con inteligencia en ese momento y no hablar ni hacer nada. Por otra parte, también significa ser completa y totalmente honesto consigo mismo, sobre el hecho que estás furioso. No estás ignorando nada, la paciencia no tiene nada que ver con la represión. De hecho, tiene todo que ver con una relación amable, honesta con uno mismo. Si esperas y no alimentas tu pensamiento discursivo, puedes ser honesto sobre el hecho de que estás enojado. Pero al mismo tiempo puedes abandonar el diálogo interno. En ese diálogo estás culpando y criticando, y luego, probablemente sintiéndote culpable y castigándote a ti mismo por hacerlo. Es una tortura, porque te sientes mal por estar tan enojado, y al mismo tiempo estás realmente muy enojado, y no puedes dejarlo. Es doloroso experimentar esta horrible confusión. Esto sugiere la ausencia de miedo que va con la paciencia. Si practicas el tipo de paciencia que conduce a la reducción de la agresión y la cesación del sufrimiento, estarás cultivando un enorme coraje. Realmente llegarás a conocer la ira y cómo engendra palabras y acciones violentas. Verás todo el proceso sin actuar. Cuando practicas la paciencia, no estás reprimiendo la ira, solo estás sentado allí, con ella, conteniendo tu agresión. Como resultado, llegarás realmente a conocer la energía de la ira y también a saber a dónde conduce, incluso sin ir allí. Has expresado tu enojo tantas veces, que sabes a dónde te llevara. El deseo de decir algo cruel, chismorrear, calumniar, o quejarse, para lograr de alguna manera deshacerte de esa agresión, es como un maremoto. Pero te das cuenta de que este tipo de acciones no consiguen librarte de la agresión; sino que la aumentan. En lugar de eso eres paciente, paciente contigo mismo.
Cuando examinamos este proceso aprendemos algo muy interesante: “No hay resolución”. La resolución que los seres humanos buscamos viene de un tremendo malentendido. ¡Creemos que podemos resolverlo todo! Cuando nosotros, los seres humanos, sentimos esa poderosa energía, tendemos a estar muy incómodos hasta que las cosas se resuelvan, de alguna manera segura y confortable, ya sea del lado del sí o del lado del no. O del lado del bien o del lado del mal. O del lado de cualquier cosa a la cual podamos aferrarnos.
Pero la práctica que estamos haciendo no nos provee de nada a que aferrarse. Trabajando con paciencia y valentía, aprendemos a ser pacientes con el hecho de que somos seres humanos, que todos quienes nacemos y morimos, desde el principio hasta el final de los tiempos naturalmente querrá algún tipo de resolución a esta energía nerviosa, temperamental, y no hay ninguna. La única resolución es temporal y solo provoca más sufrimiento. Descubrimos como una realidad que la alegría, la felicidad, la paz, la armonía y el estar bien contigo mismo y tu mundo, provienen de estar sentado tranquilo con el humor de la energía, hasta que esta sube, permanece un tiempo y se desvanece. Esta energía nunca se resuelve en algo sólido. La paciencia también es no ignorar. De hecho, la paciencia y la curiosidad van de la mano. Uno se pregunta, ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo a nivel de mis patrones neuróticos? ¿Quién soy yo a nivel más allá del nacimiento y la muerte? Si deseas conocer la naturaleza de tu propio Ser, tienes que ser inquisitivo. El camino, es un trayecto de investigación, comenzar a mirar más profundamente lo que está pasando.
Cuando comienzas a investigar, observas en primer lugar, que cuando hay dolor de algún tipo - el dolor de la agresión, el duelo, la pérdida, la irritación, el resentimiento, los celos, la indigestión, dolor físico - si realmente lo observas, puede descubrir que detrás del dolor, siempre hay algo a lo que estamos apegados. Siempre hay algo a lo que nos estamos aferrando.
Tan pronto como descubres que detrás de tu dolor hay algo a lo que te aferras, estás en un lugar que experimentarás con frecuencia en el camino espiritual, en un punto donde te das cuenta de que de hecho tienes una opción. Puedes elegir, si deseas abrirte o cerrarte, si aferrarte o dejar ir, si endurecerte o ablandarte.
Requiere una paciencia enorme incluso ser lo suficientemente curioso para observar, para investigar. Y luego, cuando te das cuenta de que tienes una opción, y que en realidad hay algo allí a lo que estás apegado, hace falta mucha paciencia para seguir investigándolo, puesto que vas a querer negarlo, cerrarte. Vas a decirte a ti mismo: "Yo no quiero ver esto." Vas a tener miedo, porque incluso si estás comenzando a acercarte, la idea de dejar ir es por lo general aterradora. Puedes sentir que vas a morir, o que algo se va a morir. Y estarás en lo cierto. Si dejas ir, algo va a morir. Pero es algo que debe morir, su muerte te beneficiará enormemente.
Pema Chödrön, resumen del artículo de mismo título.
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