El Yoga del Instante
- Medita Yoga Estudio

- 11 jul
- 3 Min. de lectura

A veces nos preguntamos cómo podríamos ir más deprisa, porque todos tenemos prisa… o al menos lo decimos.
Las técnicas representan una forma de ejercitarnos, pero la vida cotidiana nos ofrece constantemente una infinidad de oportunidades riquísimas de trabajo interior que debemos aprovechar.
Si aprendiéramos a responder bien ante cada situación —ya sea sencilla o compleja, agradable o desagradable— y mantuviéramos siempre esa misma disposición que tenemos en los momentos de grandes aspiraciones, todo se convertiría en técnica.
Todo se transformaría en un medio magnífico de crecimiento.
Estar abiertos a cada instante
Este proceso de actualización consiste en procurar estar cada vez más abiertos, mental y afectivamente, con la mente lúcida y despierta, tanto hacia dentro como hacia fuera.
Eso hará que cada instante se convierta en una verdadera oración, en una práctica auténtica de concentración.
Cada instante nace del centro, viene del centro y es una manifestación de ese mismo centro. En consecuencia, cada instante es un camino hacia el centro. Cada instante es una oportunidad total.
Más allá del horario
Este aprendizaje para vivir las situaciones de forma plena y total no debe ni puede encerrarse en un horario. Es nuestro propio ser el que ha de hacerse consciente en nuestra vida despierta.
Para ello, hemos de estar atentos en cada momento. Hemos de dejar que el amor fluya a través de nosotros, aprovechar cada ocasión para que nuestra mente esté más abierta y penetrante:
Hacia fuera, para captar lo que ocurre.
Hacia dentro, para intuir la verdad que se manifiesta a través de lo que vemos.
Así es como surge el yoga del instante.
Estar presentes
Debemos aprender a estar más presentes en cada instante. Si, por ejemplo, estoy hablando, debo estar completamente presente en lo que digo:
Conectado con la idea que fluye de mí, ya sea desde mi mente personal o desde niveles más profundos.
Consciente también de las personas que me escuchan, no solo visualmente, sino reconociendo su mundo interior: lo que sienten, lo que desean, lo que temen.
Cuanto más permeable sea yo, más dejaré fluir este circuito dinámico, y más se desarrollará en mí la capacidad de ver con claridad, tanto dentro como fuera.
Leer, escuchar, sentir
Esto mismo puede aplicarse cuando leemos o escuchamos.
Si aprendemos a escuchar del todo, no solo comprendemos lo que se dice externamente, sino también lo que hay detrás de las palabras: sus resonancias, sus raíces interiores.
Y al mismo tiempo, podemos sentir nuestras propias resonancias, intuiciones y respuestas internas.
No se trata solo de recibir ideas. Las ideas, como tales, no tienen demasiado valor por sí mismas.
Lo importante es el punto del cual proceden y el punto desde el cual somos capaces de reconocerlas.
Las ideas son un símbolo, una contraseña hacia algo más profundo.
Quien está atento, sabe remontarse del símbolo a lo simbolizado, de la manifestación a la causa que la produce.
En cada situación
Esto puede aplicarse a cualquier situación:
Cuando leemos.
Cuando hablamos con un niño.
Cuando soportamos las molestias de otros.
Cuando llegamos tarde.
Cuando atravesamos dificultades económicas.
Cada instante es una nueva ocasión.
No debemos ver esta oportunidad solo cuando estamos con personas amables o elevadas. Está también en las situaciones que no nos gustan, incluso en las más insignificantes.
Lo esencial está en la actitud
Nuestra actitud suele encerrarse en las formas externas, y solo determinadas formas nos parecen dignas de lo espiritual.
Esto sucede porque, en esas formas concretas, no ponemos más que nuestra visión limitada. Si aprendiéramos a poner en cada cosa toda nuestra capacidad interior de sentimiento y resonancia, descubriríamos que, en el fondo, en el alma de cada cosa, está siempre la misma realidad.
Porque lo que hay en nosotros también existe en todo lo que nos rodea.
Penetrar en lo profundo
Lo esencial es nuestra actitud interior.
Nuestra mente, nuestra voluntad y nuestra afectividad deben estar despiertas y atentas, penetrando cada vez más en el fondo de las cosas y las situaciones.
Debe haber una actitud de búsqueda directa, sin quedarse en la superficie, sin detenerse en la apariencia.
Mirar directamente la situación, sentirla en todo su contenido y profundidad.
Pero para eso es necesario estar presentes por completo.
Debemos dejar libre el camino a toda nuestra capacidad de mirar, de buscar, de sentir.
Basado en la charla "El yoga del instante", por Antonio Blay.
No todo el yoga sucede sobre la esterilla. Una conversación, una lectura, un té compartido... Eso también es yoga. Te esperamos en el estudio. 🏵️






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